La mayor aventura de todos los tiempos III

La aventura prosigue en un nuevo lugar:
una plaza de piedra hay con un castillo,
que se sostiene por si solo como si pudiera volar.

El castillo de repente pierde su brillo,
precipitándose a la nada absoluta
dejándome un dilema en mi bolsillo.

Mis opciones cambian sus opciones de ruta
y decido saltar al vacío sin temer,
pues, sin riesgo, la vida no se disfruta.

La larga caída cambia el mundo que puedo ver,
una isla me encuentro completamente urbanizada
y detrás del único edificio un puente se quiere esconder.

Tras el puente, la isla termina y el agua, precipitada,
deja todo en manos del cielo
que me susurra que la historia no está acabada.

Grandes columnas de piedra son el único suelo
que existe en esta nueva región
que acabar con fugacidad anhelo.

Las columnas me guían con sus puentes de perdición
a una nueva región que se alza sobre las nubes
y que con una escalera inicia su entrada y ascensión.

El cielo alcanzaremos si conmigo subes,
no me preocupan los riesgos del camino,
porque a lo alto nos protegen unos querubes.

Semejante viaje no es algo anodino
y la aventura no parece terminar,
mientras a cada paso forjo mi destino.