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Vivero de poemas de toda una vida y de las de aquellos que pasaron cerca. Libre de prosa desde el 2012. Antiguamente, Poesías de una Noche de Verano

martes, 6 de marzo de 2018

El hombre que dejó morir a las estrellas

Toda la vida soñando despierto
y ahora desearía hacerlo dormido.
Mis errores son una carga muy pesada,
una carga muy lejos de ser deseada,
que no me deja dormir tranquilo,
que me hace desear empezar de cero.

Si me preguntaran hace un tiempo
cómo de cerca está de mí la luna,
yo diría que está cerca, y la prueba
sería ver que cada noche la viera,
mientras otras cosas que no veo nunca
me dicen siempre no estar muy lejos.

Si me hicieran la misma pregunta
sobre la proximidad de las estrellas,
yo diría que están más alejadas
y que habrá cosas más lejanas
pero que por eso se ven tan pequeñas:
porque están más lejos que la luna.

Y algo de razón tenía en mis palabras:
la luna está cerca y las estrellas más lejos
pero, ¿Qué es una roca desierta comparado
con los cientos de planetas encontrados
en la gran inmensidad del universo?
La respuesta es sencilla: no es nada

Y resulta que las estrellas siempre existen,
cerca o lejos, aunque no se las vean.
Solo que el cielo está contaminado
y se pierden las luces de mundos lejanos.
Pero, lo que muchos no recuerdan,
es que las estrellas mueren pese a lo que viven.

Y quizás mi problema fue mirar
al cielo en las noches de verano
y pensar que las estrellas
acompañaban a la luna llena,
cuando debí haber pensado
que mil cosas quedan más allá.

Solo puedo pensar si las cosas
a mejor hubieran ido si hubiera
respondido a la contaminación,
aportando alguna solución,
y no pensando en mi inocencia,
pues mis bazas las desaproveché todas.

Cada día muero más por dentro
y cada noche es más fría
Echo de menos las estrellas
que en mi cielo ya no centellean.
Y todo por aquel fatídico día
que empecé a destruir mi firmamento.

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