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Vivero de poemas de toda una vida y de las de aquellos que pasaron cerca. Libre de prosa desde el 2012. Antiguamente, Poesías de una Noche de Verano

martes, 12 de julio de 2022

Ernesto Ventura: Liubliana

Te encontré en uno de esos lugares
de los que siempre hablo en mis poesías:
lugares donde no se encuentra el amor,
lugares donde el amor te guía.
Liubliana, un pub medio vacío,
lees a Bukowski bajo el ensordecedor
sonido de un viejo vinilo
de The Smiths.
Devoras páginas al mismo ritmo
que vacías los vasos de ginebra.
Y me pregunto si serías mi reina
y si me dejarías vagar perdido,
por lo infinito de tus piernas. 

Me aproximo a probar suerte,
abro con una curiosidad
sobre el libro que sostienes.
Sonríes y comienzo a sentir el tiempo 
frenándose en torno a tus malaquitas
en torno al falso fuego de tu cabello,
y comienzo a preguntarme,
casi sin percatarme,
a qué sabrán tus labios;
sabiendo que, al menos esta noche,
serán todo lo que he necesitado
para haber vivido la vida.

Damos un paseo, perdiéndonos por las calles,
hablando de la vida, de la muerte,
intercambiando miradas de deseo fulminante,
mantenemos la compostura
pero me dejo llevar paulatinamente
en dirección a mi hotel y a mi habitación.
A diez plantas de altura,
hay vistas preciosas,
pero ninguna comparable con liberarte
del yugo al que te someten tus ropas,
del frenesí que se aferra a tus labios,
del éxtasis que afila tus uñas,
mientras se deslizan por mi costado;
de las exhalaciones que habías escondido
solo para los hombres más afortunados
y que ahora guardo en mis oídos. 

Conversaciones intermitentes,
besos que van y que vienen.
Te sientes vulnerable,
apoyada en mi regazo
y noto tus lágrimas trazando
un camino por mi torso.
Te miro a los ojos y nos fundimos
en besos que saben a sal.
Me hablas de todo lo que has sufrido,
de todo lo que has amado,
de todo lo que has perdido,
de todo lo que siempre has deseado
decirle a tantas caras conocidas,
pero que no tuviste valor de decir.
Sentimos que se nos escapa la vida
e intentamos buscarle un sentido
en medio de nuestras pasiones,
en medio de incesantes gemidos 
clamando a dioses en los que nunca hemos creído.

El sol nos encuentra sin respuestas,
medio dormidos el uno encima del otro.
Para cuando despierto, me doy cuenta
que lo único que queda de ti
son trazos de tu perfume sobre mi cuerpo,
restos de tu carmín sobre mi cuello,
las marcas de tus uñas en mi espalda ,
la huella en mi mente de tus palabras
y una sonrisa agridulce de golpe
al darme cuenta de que nunca
me dijiste tu nombre.

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