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Vivero de poemas de toda una vida y de las de aquellos que pasaron cerca. Libre de prosa desde el 2012. Antiguamente, Poesías de una Noche de Verano

viernes, 8 de diciembre de 2023

Fábulas mortales

Nacemos tan solo para morir.
Nacemos, crecemos y morimos.
Nuestro breve paso en este infinito
universo deleble es una condena,
la de buscar incoherentemente un sentido,
que evite pasar noches en vela
y acabar empujados al suicidio.

Nacemos, crecemos, amamos y morimos.
Hacemos amigos, conocemos personas
que pasaron una eternidad sin dejar huella,
que se clavaron en tan solo un suspiro.
El tiempo es relativo a cómo lo usamos
y en las personas depende de cómo las amamos:
hay lazos de sangre anémicos y patéticos
y hay lazos casuales que tejen firmamentos 
a los que mirar las noches claras de verano.
Hay lazos que son aliento, abrigo, impulso,
salvavidas, coraza, sonrisas y amuleto.
Hay besos, abrazos, hay manos entrelazadas
y palabras que no deberían ser olvidadas,
aunque un día todo eso sea un polvo errante
que viaje por los rincones más singulares
de un universo al que pecamos de llamar nuestro.

Nacemos, crecemos, amamos, perdemos y morimos.
Una vez la muerte acecha, nunca perdonará,
aunque tenga siempre dos caras:
hay muertos que viven entre lágrimas
y otros entre gritos de pura rabia.
La vida nos enseña a amar, pero también 
a no hacerlo demasiado,
y también a culparnos de no hacerlo suficiente.
Acostumbrarse a perder es precedente
a entender que un día seremos
aquellos que han muerto,
pero también aquellos que mataremos
en nombre de dioses falsos y verdaderos
cuyas frases resuenan hasta el extremo
de sonar tan recalcitrante como estos versos.
Aunque ni esas palabras, ni las mías,
vayan a prevalecer en la gran imagen,
en el océano de estrellas tan gigante
en el que estamos realmente sin quererlo.

Nacemos y morimos.
Lo hacemos sin sentido ni consentimiento,
pero amar da libertad y coherencia.
Porque suena a que es la única manera
de que nuestro suspiro sea más duradero.
Te miro a los ojos, incluso en las fotos
y pienso en las lunas de aquel marzo
en las que comencé a tener claro 
que una vida contigo me iba a saber poco,
pero que moriría por ella encantado.
Que me iré de este mundo algún día 
y espero poder decirte lo genial que fue
pasar nuestro suspiro cogidos de las manos.

Nací y estoy camino de morirme,
aunque espero que sea grande mi trecho,
aunque luego mis pasos apenas puedan verse.
Hay mucho que hacer, mucho que descubrir,
mucho que aprender y mucho que amarse.
El final es inevitable, pero podemos hacer
que vivir también lo sea.
Mi fabula mortal, la tuya, la nuestra,
la de todos los que nos rodean
no debe ser una carga pesada,
tan solo hay que asumir que los mañanas
cada vez escasean más, aun no sabiendo cuanto,
y que amando, aún en un breve suspiro,
dejaremos un resplandeciente legado.

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