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Vivero de poemas de toda una vida y de las de aquellos que pasaron cerca. Libre de prosa desde el 2012. Antiguamente, Poesías de una Noche de Verano

martes, 12 de junio de 2018

Leyendas del Sanbuena, Héroes del San Viator

Todo comenzó con Alberto,
él era mi gran amigo en la escuela.
Éramos Watson y Sherlock,
era mi compañía perfecta
y, junto con Julia e Inés,
grandes amigos eran los tres.

También por entonces
tenía a dos Carlos, a Daniel,
a Rodrigo y a Jorge
nos llevábamos muy bien,
pese a que hubiera días
que tuviéramos riñas.

Pasaron los años sin tregua,
yo era un niño huracán
cuando conocí a Bea,
una persona muy especial,
llena de magia y arte
en sus cuerdas vocales.

Después llegó Raquel,
con ese aire jocoso
con el que siempre sabe
quitarle peso a todo.
Leal como pocas, siempre
supo como protegerme.

Mi universo se tambaleaba,
mientras personas salían
a la par que otras entraban:
Adrían, Yolanda, María,
Eva, Carla, Lucas, Andrea.
Todos refugio frente a las tormentas.

Y cayó todo mi mundo,
para llegar al San Viator,
y de mi pasado oscuro
surgió un salvador:
Santiago, un gran abrigo
y sempiterno amigo.

En las tierras de Querbes,
conocí la primera a Paloma
en su estado de siempre:
con más libro que persona,
pero con más amabilidad
de la que quería mostrar.

Luego conocí a Cristina,
con esa tonta timidez
que entonces yo tenía.
Pero ella era y es
dulzura concentrada
en una sonrisa anacarada.

Conocí tanta gente buena
en esa clase de primero C,
A las mañanas Andrea
con su voz siempre daba pie.
Tanta gente, como Javier,
Nerea, Natalia y Andrés.

Conocí a más gente,
como a mi querida Amparo,
que me dio suerte,
y también Alex y Nacho,
los eternos Daniel y Patricia,
a Miriam, a Sandra y a Alicia.

Éramos un grupo con fuerza
y lleno de gente excepcional:
también estaba Almudena,
Caterina y, como plato final,
el bueno de Peregrín,
cuya barba parecía no tener fin.

Gente muy buena conocí
en esas cuatro paredes,
pero también conseguí
compañías indelebles
en otras partes del planeta,
personas que marcan una era.

Llegó Álvaro y Rubén,
volvió Alberto y vino David
y, pese a tanto remover,
seguimos siendo así:
unos chicos de barrio
que juntos pasan buenos ratos.

Y en estos años que necesitaba,
adquirir tanta pericia,
conocí la locura personificada
que es la pequeña Alicia.
Y conocí a las amebas y a Clara,
destello del día en la noche más larga.

Se acabó el San Viator y llené
la mochila de nombres y experiencias.
A algunas personas no he vuelto a ver,
pero siempre quedan las vivencias.
Y, aunque ahora acabo otra era,
eso queda para otro poema.

Y quizás, algunos de aquellos
que tanto destacan en este poema;
quedaran en otros en puestos
insignificantes y viceversa.
Y es que los que siguen conmigo,
saben de sobra que estoy agradecido.

Acabo este poema exhausto
entre tantos nombres y recuerdos
y ciertamente preocupado
por no poder contar todo sobre ellos.
Pese a todo, a mis amigos gracias mil
por estar, o haber estado, alguna vez junto a mí.

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