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Vivero de poemas de toda una vida y de las de aquellos que pasaron cerca. Libre de prosa desde el 2012. Antiguamente, Poesías de una Noche de Verano

martes, 12 de enero de 2021

Fin del mundo

Fruto de la madurez
y de la ansiedad que en estos tiempos conlleva,
mi vida se centra demasiado en los finales.
Como si algo fuera realmente relevante
en el momento en el que todo acabe.
Habrá cosas que superen nuestra muerte,
pero nada ni nadie es para siempre.
Este poema y la Capilla Sixtina
serán parte de la misma nada infinita.

Desde hace casi un año,
y por los eventos que ahora nos rodean,
no dejo de ver posibles finales del mundo.
A diferencia de los que oculto,
estos finales no nacen cuando está oscuro
y son un poco más colectivos
como si todo lo conocido
estuviera a un suspiro del colapso
esperando el último toque necesario.

En estos finales del mundo
vi una nueva perspectiva de las calles,
de las noches y del sentirse aislado.
Pasear por Butarque en marzo, 
hace unos días en el infierno blanco.
Madrid es cada vez menos Madrid.
Lo supe cada vez que me despedía de ti,
pensando que las certezas construidas
con tanto caos se veían obstruidas.

Y es que recuerdo las veces
que te dije que me iba contigo al fin del mundo,
pero ahora que ya hemos llegado,
he de decir que no podría haber deseado
hombros mejores para haberme apoyado.
Ahora que solo veo finales
el principio de muchos viajes
se me hace absurdamente lejano
como un libro que leí o algo que me contaron.

Siento que he vivido mil años
y posiblemente más de diez vidas.
Y en esta vida, siento que no viví un momento
en el que no me libraras de mis tormentos
o me sanaras con tus besos.
El fin del mundo hizo que renaciera
y que fueras lo único que reconociera
como certeza en medio de la nada,
incluso si el mundo se acabara mañana.

Y aunque no dejo de ver finales,
casi siempre deseo evitarlos
y pensar en lo mucho que queda por delante.
Nevadas, pandemias y mil males,
jamás podrán ser rivales
contra cualquier futuro de luces
en el que pueda sentir el dulce cruce
de nuestros dedos por un segundo.
Porque, cielo, siempre iré contigo al fin del mundo. 

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